Halloween.

 
Halloween es mi época favorita del año. El terror derriba la puerta, se cuela por las rendijas y lo inunda todo. Siempre me ha producido una inquietud especial la noche de los muertos. Esa sensación de que hay algo más ahí fuera, algo que nos mira cuando creemos estar solos.
 
Lo que me fastidia un poco es ver cómo se ha convertido en una especie de carnaval con calabazas, porque el terror, el de verdad, es un género potentísimo, y reducirlo a una fiesta infantil le quita parte de su magia oscura.
 
Y hablando de terror, el pasado 8 de junio de 2025 publiqué Viaje al infierno; primera parada: Boston, y estos meses han sido, en todos los sentidos, una experiencia de miedo. He firmado libros en la Feria de Madrid y en la de Murcia, he hecho presentaciones, entrevistas en radio, prensa, televisión y hasta en canales de YouTube e Instagram. He pasado más horas aprendiendo a vender la novela que escribiéndola, preparando tráilers, editando vídeos y descubriendo que todo ese proceso puede dar casi más miedo que la propia historia.
 
Entre toda esa locura hubo un momento especial: una llamada de Reme, mi profesora de toda la vida. Fue quien me enseñó lo que es la cultura del esfuerzo, y escucharla emocionada por lo que estoy viviendo fue… no sé, de esos instantes que te colocan el alma en su sitio.
 
Y ahora llega Halloween. No puedo evitar pensar que esta época le sienta como un guante a mi libro. No solo por los fantasmas y la atmósfera inquietante, sino porque es justo cuando más apetece asomarse al otro lado del espejo. Si todavía no le has dado una oportunidad, este es el momento perfecto para hacerlo.
 
Tres novelas me empujaron a escribir mi historia de casas embrujadas:
El resplandor, de Stephen King. Esa escalada a la locura del protagonista es una de las cosas más brillantes (y aterradoras) que se han escrito jamás.
La maldición de Hill House, de Shirley Jackson. Un manual de atmósfera, tensión y sutileza.
La casa infernal, de Richard Matheson. Brutal, claustrofóbica y con ese toque de misterio sucio que tanto me gusta.
 
Supongo que, al final, todos los que escribimos sobre casas malditas intentamos lo mismo: que el lector sienta un escalofrío, mire por encima del hombro y se pregunte si ha cerrado bien la puerta.
 
Así que sí, Halloween es el momento perfecto para viajar al infierno. Y si te da miedo… es que lo estás leyendo bien.