Presentación
Bienvenidos/as a mi blog y al Bostonverso.
Hay quienes escriben para entender el mundo. Yo escribo para entender lo que no debería existir:
—La sombra que se mueve cuando nadie la mira.
—La criatura que llora en el bosque con voz humana.
—El héroe que no quiere salvar a nadie.
Desde que era un crío, he sentido una atracción irracional por lo extraño. Lo imposible. Lo que descoloca. Mientras mis amigos querían ser astronautas o futbolistas, yo soñaba con ser el tipo que encuentra una puerta sellada en el sótano y decide abrirla.
Me obsesiona esa frontera entre lo real y lo fantástico, entre lo lógico y lo que te hiela la sangre sin explicación. Por eso escribo lo que escribo: terror para invocar el miedo que entendemos, fantasía para tocar lo que anhelamos y ciencia ficción para preguntarnos en qué nos vamos a convertir.
Mis historias no son cómodas. Tampoco pretenden serlo. Algunas acaban mal. Otras acaban peor. Pero todas, incluso las más oscuras, nacen del amor por contar. Del deseo de agarrar una imagen imposible y darle forma. Y sobre todo, de compartir esa sensación de maravilla —o escalofrío— con quien lee.
Este blog es mi bitácora de lo extraño. Un lugar donde compartir el viaje, los textos, las dudas y, por supuesto, los relatos. Y para empezar, aquí va uno. Breve, intenso, nacido de una de esas ideas que no te dejan en paz hasta que las escribes.
Título del relato: LIENZO BLANCO
Me sentía frustrada. Ya ni siquiera la pintura era mi vía de escape. Nada tenía sentido. Cada vez que intentaba plasmar algo en el lienzo, era mierda y eso me cabreaba.
Salí a dar una vuelta por las calles de Boston hasta acabar en una tienda de antigüedades que no conocía. La campanilla sonó cuando abrí la puerta. Entré, el olor a rancio y polvo, me revolvió el estómago. Tras el mostrador, había un anciano encorvado. Su mirada me ponía los pelos de punta, aunque no era fácil de intimidar, aquel viejo tenía algo… raro. Su voz era un áspero susurro al hablar.
—¿Buscas algo, chiquilla?
—No lo sé. Solo estaba… mirando.
Recorrí la tienda con la mirada. Estaba lleno de trastos inútiles. Al final encontré en un rincón un viejo lienzo, más antiguo que cualquier otra cosa de la tienda. No estaba usado, el blanco estaba roto por la suciedad y el olvido. Algo de él me atrajo.
—¿Cuánto por este?
—No tiene precio —Me miró, sus labios se curvaron en una extraña mueca que pretendía ser una sonrisa—. Llévatelo. Sólo con la condición de que si decides utilizarlo, termines el cuadro.
Me reí. ¿Qué clase de trato era ese? No me importaba, así que me lo llevé. Lo coloqué en el caballete del estudio y me pasé horas observándolo, sentí mi frustración hervir en mis venas, pero esta vez era distinto, una energía emanaba del lienzo. Empecé a pintar, sin pensar, solo dejando mis manos moverse.
Mi arte brotó como siempre: puro caos, colores que no encajaban, formas sin sentido. Luego cambió. Las pinceladas cobraron vida, seguían su propia dirección. Mis manos no eran mías. Una silueta oscura y amenazadora empezó a dibujarse en el lienzo. Intenté parar, pero no podía. Con cada pincelada, la figura se volvía más clara…
Era un hombre, o lo parecía. Bajito, delgado, su presencia helaba la sangre. Sus ojos eran pozos vacíos, me observaban llenos de odio. Resonó un susurro en mi mente: Bsebokael.
El resto del proceso fue una pesadilla. El cuadro me obsesionaba. No podía dejar de mirarlo, de pintar, de mejorar detalles. Parecía tan real que la figura parecía querer salir de la tela. Sentía su presencia en mí, en el estudio. Escuchaba susurros, ruidos, y sentía que tenía compañía. Desesperada, traté de destruir el cuadro. Pero cada vez que lo intentaba, sentía un dolor que estremecía mi cuerpo. Noté el sudor frío recorrer mi espalda.
Terminé el cuadro.
La sala se llenó de oscuridad y frío, que venía de la propia pintura. No podía moverme, el peso de la mirada de Bsebokael me paralizaba, mientras su voz me abrazaba y me prometía un tormento eterno.
Me desperté, sobresaltada, en la tienda de antigüedades. El dependiente me llevaba en volandas, y me ponía en el mismo sitio donde encontré el cuadro. Frente a mí, un espejo. En él pude ver mi rostro atrapado en el lienzo, mi expresión congelada en un grito eterno de terror.
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Gracias por leer.
Este blog será mi espacio para compartir historias, reflexiones y noticias sobre mis proyectos, presentaciones o rarezas narrativas.
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Nos leemos pronto.
Y recuerda: algunas historias no están hechas para dormir tranquilo.
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